Las cosquillas
son un antídoto contra el mal genio, la terquedad, la tristeza y el estrés, y
según la edad de los niños, tienen múltiples beneficios en el organismo.
A nivel neurológico,
desde que nace el bebé, su cerebro está preparado para detectar las cosquillas
ya que se originan por un estímulo táctil. Durante los primeros meses de vida y
hasta los 3 años, favorecen la maduración de las vías nerviosas de tipo
sensitivo, que son las encargadas de informar al cerebro sobre la llegada de
ciertos estímulos, (pinchazo, calor, frío, entre otros). Estas, a su vez,
permiten el desarrollo de las vías motoras, aquellas que desde la corteza
cerebral envían información a distintas partes del cuerpo para reaccionar
frente a estos estímulos. A nivel fisiológico, se cree que ayudan a tonificar
los músculos y a fortalecer el sistema inmune. Mientras se perciben, el cerebro
libera endorfinas, también llamadas hormonas de la felicidad, sustancias que
ayudan a sentirse mejor.